Así es cómo recuerdo mi primera consola de sobremesa. La Play Station de Sony. Esto se remonta bastantes años atrás, no recuerdo exactamente cuantos años tenía cuando me la regalaron mis padres en Navidades, pero el caso es que yo había pedido una Nintendo 64. Estaba en plena fiebre Pokémon y muchos de mis amigos disfrutaban ya de la consola de 64 bits y, cuando iba a sus casas, me moría de envidia al jugar a Pokémon Stadium. Aquello era increíble, esos gráficos, ése doblaje al castellano, las criaturas desplegando sus ataques en 3D con aquel nivel de detalle... Yo alucinaba. Y eso sin mencionar que me enamoré también de Mario 64. No sé que tiene ése juego, pero no podía dejar de pensar en él una vez lo probé.
Así que, en vistas de las inminentes Fiestas Navideñas, les pedí a mis padres la consola de Nintendo. Ellos se dirigieron a su centro comercial de confianza y le preguntaron al dependiente qué consola les aconsejaba, ignorando por completo que yo había especificado que quería la N64. El dependiente, basándose en las ventas, les dijo sin dudar que la Play Station era mejor ya que se las quitaban de las manos. Así que la compraron y la empaquetaron. No sé cómo pero llegué a enterarme de que ésa iba a ser mi consola, y no la de Nintendo, cómo yo quería. Pero no me importó demasiado, yo era un niño que quería jugar, y la PlayStation no dejaba de ser una consola con muchos juegos que ofrecerme. Pero el principal motivo de mi nueva convicción fué éste: