Hoy en día, en el campo de los RPGs occidentales tenemos un claro rey, y no es otro que Skyrim. Nadie cuestiona su inigualable calidad, su interminable mapeado o su longeva duración. Aunque eso no quiere decir que no existan otros juegos capaces de transportarnos a mundos igualmente vivos y repletos de oportunidades de cumplir encargos, enfrentarnos a peligrosos monstruos y explorar laberínticas cuevas en busca de tesoros y equipo nuevo. Hace unos años llegó a nuestras consolas un título con un nombre poco menos que desconocido para los usuarios de consola, no tanto para los de PC que se hacía llamar Arcania y que pertenecía a una saga con el nombre de Gothic, concretamente se trataba de la cuarta entrega.
A primera vista no era más que otro RPG occidental más, un juego que no podía hacer sombra a la saga Elders Scrolls y que, una vez jugado, quedaría enterrado en el fondo de nuestra estantería para no volver a tocarlo nunca más.
Pero eso sería un grave error. Puede que Arcania no tenga un apartado técnico puntero, ni ahora ni cuando salió, pero ese sería, en mi opinión, el único aspecto reprochable. Ante nosotros se abría un mundo extenso, lleno de personajes con encargos de todo tipo y con agresivas criaturas ansiosas de nuestra carne. Cualquier tarea imaginable puede llegar a nosotros a través de una misión secundaria, como matar un grupo de trasgos, recuperar un sombrero de paja, reconstruir unas runas antiguas, convencer a un mago de que deje de hacer sus experimentos o simplemente recoger hierbas para alguien enfermo. La mayor parte del tiempo la pasaremos explorando el mundo y desvelando el mapa, cosa muy útil para ir recolectando alimentos e ingredientes. Con ellos crearemos pociones, elixires de mejora y mejoraremos nuestro equipo. Hay que decir que no se trata de un juego fácil y, en consecuencia, el dinero no abunda así que no podremos ir a la tienda y llenarnos los bolsillos de pociones. Tendremos que ir cazando jabalíes para extraer su carne, cocinando pasteles con las bayas recolectadas de los arbustos o simplemente comer una manzana para recuperar escasos puntos de vida.
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