Xbox One ha llegado, y lo ha hecho para demostrar que tiene mucho que ofrecer. Y parte de ese mucho es, sin duda, potencia técnica. Ryse ha sido creado para dar fe de ello y nadie puede negar que su calidad técnica es excelente y, desde la primera escena hasta la última, vamos a alucinar con sus increíbles gráficos.
Me gustaría decir que el juego que nos ocupa va más allá de los técnico y de las florituras gráficas, pero estaría mintiendo. El juego de los hijos de Roma nos llevará a través de una interesante historia de venganza y muerte, pero no pasará de ser una experiencia meramente visual.
Con esto no quiero decir que el juego no sea divertido, al contrario, me lo he pasado en grande cortando brazos y ensartando enemigos con mi espada, pero la verdad es que, tras las primeras horas de juego, uno se da cuenta de que el juego ha tocado techo en lo jugable, y que la experiencia de juego no va a cambiar hasta el final. Se trata de un hack and slash bastante básico. Tenemos un botón para atacar, otro para cubrir y otro para romper la defensa del enemigo, además de los gatillos que sirven para ejecutar cuando llegue el momento o para activar el modo furia, en el que nos convertiremos en máquinas de matar durante unos segundos. Cada vez que matemos a un enemigo, podremos elegir si ganamos vida, potencia de ataque, experiencia extra o furia.
Según vayamos matando enemigos, ganaremos puntos que podremos gastar en mejorar a nuestro gladiador.
Así, cada vez tendremos más vida, más furia y más variedad de ejecuciones, pero una vez más, no pasa de lo visual, porque en lo práctico, es lo mismo darle a un tío en la cara con el escudo y después ensartarlo, que tirarlo al suelo y pisarle la cabeza. Morir, morirá igual, pero la verdad es que se agradece la variedad de formas en la que el protagonista da muerte a sus enemigos. A parte del combate, el juego no tiene más. Sólo avanzaremos por escenarios lineales en los que, como mucho, tendremos que trepar algún saliente o empujar un obstáculo, pero nada demasiado profundo.
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