jueves, 17 de julio de 2014

Nuestra relación es imposible: Dark Souls II



Qué decir a estas alturas de Dark Souls II que no se haya dicho ya. Cualquiera que se enfrente a él ya sabe a lo que se atiene. Muertes y más muertes, así de sencillo. A primera vista tiene pinta de ser un action RPG como cualquier otro, en el que matas enemigos, ganas experiencia y mejoras a tu personaje. Pero cuando llevas siquiera dos minutos de juego ya sabes que se trata de un juego especial, y mucho. Uno de esos en los que no conseguirás nada con lo que sabes hasta ahora, uno de esos en los que tienes que aprender casi desde cero, como si no hubieses jugado nunca a un juego de ese tipo.


Antes de comprar el juego ya sabía a lo que me enfrentaba, había visto un montón de vídeos de gameplay y estaba mentalizado, ya que me atrae mucho la estética y me apetecía de verdad probarlo.
Cuando empecé el juego me sentía un poco más cómodo de lo que esperaba y me hice a los controles sin demasiada dificultad. Pero DSII es un juego que no perdona ni a los novatos y, antes incluso de llegar al punto en el que creas a tu personaje, puedes encontrarte a un inmenso trol que te hará papilla si llamas su atención.



Pero las dificultades de DSII no se acaban en enemigos fuertes y sorpresas desagradables tras cada esquina. Te puede matar desde un arquero que no habías visto, hasta un esqueleto que se suponía que no era un desafío pero te encaja un combo que no esperabas. Aunque lo que para mí es lo más desesperante del juego sin duda, es tener que perder un trozo de tu máximo de vida cada vez que mueres. Así, cada muerte supondrá que te vuelves más débil y que morirás antes. Por "suerte" esto solo ocurre hasta la mitad de tu barra de vida, pero no es ningún consuelo. Esto hace que juegues con miedo de morir una vez más para no perder más puntos de vida máximos, y morir en DSII es el apartado más fácil del juego.


Al final, llegué a un punto en el que me mataban constantemente y no podía llegar a la siguiente hoguera. Me era literalmente imposible. Y claro, cada vez tenía menos vida que perder y cada vez era más y más difícil sobrevivir. Para recuperar el máximo de vida tienes que usar un objeto que no es nada fácil de encontrar, y por supuesto, es carísimo si quieres comprarlo.


De momento, sigo atascado en la misma hoguera y no sé si podré pasarme ese tramo alguna vez, no digamos ya el juego. Pero lo cierto es que DSII te absorbe y no te permite dejarlo fácilmente, es como una droga que no puedes dejar. Si lo empiezas no puedes dejar de pensar en él, y eso se consigue apelando a la fórmula de juego clásico de los 8 y 16 bits que tanto se echaba en falta. Ese es el aspecto que hace que ame y odie el juego a partes iguales. Apesta a clásico pero también apesta a muerte y frustración.



Y así es cómo uno se siente tras jugar a Dark Souls II, humillantemente arrodillado y ensartado por todas partes.

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